-Perdón, mi mamá lleva en el baño desde que dijiste que nos podiamos desabrochar y no ha vuelto- dijo un niño pequeño gordito.
-¡Oh! La voy a buscar, ¿Vale?
-Gracias, señorita.
Algo no iba bien, eso se notaba, aquel niño sabía que su madre no estaba sana, se le veía en los ojos...
-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaah!- gritó la azafata
-Señorita, ¿Qué pasa está mi mami ahí?
-Eh...- en ese momento cogió un telefonillo y llamó a otra azafata.
-Hola niñito, ¿Qué pasa?- dijo la azafata número dos, la acabada de llegar.
-No lo sé. La otra señorita no me lo dijo.
-Voy a preguntarle, ¿Vale?
-¡Vale!-
La azafata número uno era alta, llevaba el pelo largo y rubio atado en una coleta alta y era de tez morena, pero ahora estaba blanca como la nieve.
La número dos también era alta, pero su pelo, del mismo largo y color que el de la número uno, estaba suelto. Ella también era de tez morena pero cuando llegó al lado de la otra se cambió, primero a un verde muy suave, y después a un blanco blanquísimo.
-Niña- me estaba señalando a mi, ya que era la que más cerca estaba de ella-, ¿Me haces un favor?
-¡Claro! ¿Qué necesita?
-Coge al niño, y sientate a su lado, cuando lleguemos ve a la policía y di que busquen a su padre, o a cualquier familiar suyo. Por favor.
-Claro, pero... ¿Qué ha pasado?
-Si quieres verlo allá tú. Ven por aquí.
Me levanté y me fui hasta donde me indicaba ella. El baño, ahora rojo en vez de blanco, estaba lleno de pintadas echas en color negro que decían:
Zoe Fernández, te he encontrado, y sabes que no te dejaré marchar tan facilmente como la otra vez.
-Cariño, ¿Qué te pasa?- me preguntó la azafata número uno
-Zo...zo...Zoe... Fe....fe...Fernández... soy... yo...
-¡Cariño! ¿Sabes quien puede haber escrito esto?
-N...no...
En realidad, si lo sabía.
Como odio los aviones.